Aunque los tiempos inertes de la divagación sempiterna acusan a la razón peninsular de padecer miopía, las delicadas manecillas de mi reloj gritan las buenas nuevas y brincan sobre las brasas del fuego catatónico.
En el fondo oculto de las chanclas en reversa, noto el estira y afloje del antaño reverberante que eventualmente sucumbirá ante la insolvencia de un espíritu venido a menos, menos que nada.
Nada más y nada menos.
por Asfalto Spinelli
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