martes, 11 de mayo de 2010

Vuelta Equivocada

Me desperté con lagañas, tarde, y algo crudo; nunca me ocurre por lo que cuando salía del cuarto rumbo al baño por irme tallando los ojos me he golpeado el dedo chiquito del pie derecho con la moldura de madera en la comisura de la pared y el suelo. He brincado y gritado las peores palabras que mi vocabulario hizo posibles cuando el teléfono comenzó a sonar, más ruidoso y molesto que nunca.

Cojeando aún y mentando madres a volúmenes más bajos, levanté el auricular para darme cuenta que habían desistito en la llamada, ~tu tu tu tu~ colgué con tal enfado que rompí la bocina y la pantalla identificadora de numeros y de mensajes, y de fecha y de directorio, la pantalla que tenía todas las mamadas del aparato. Muerta, por culpa del golpe en el dedo chiquito del pie derecho y de la llamada de un pendejo impaciente que no pudo esperar que un hombre lesionado que camina lento llegue a ponerse en la bocina con un amable - Muy buenos días, diga usted -

Olvidé ir al baño y me dirigí a la cocina a preparar café en la pequeña cafetera turca que me regaló mi padre el año pasado en los festejos del Día del Hijo; me dolía mucho el dedo chiquito del pie derecho y espero no haberlo fracturado porque se siente como partido en varias partes, veo con pena que la uña no la tiene, seguramente la hice polvo con el putazo que le di a la moldura de la comisura.

El café me quedó buenísimo; se hizo tarde y no pude ni darme tiempo de bañarme mas que cambiarme, lavarme los dientes y la cara, afortunadamente me bañé anoche, y no hace nada de calor.

Y allí estaba, saliendo de casa con mi maletín y el uniforme de oficinista que siempre me ha cagado la madre. Allí estaba yo, cerrando la puerta de casa tras de mí, sólo para detenerme y recordar que por el estrés del despertar no había orinado y ahora de pronto sentía que el vientre me reventaría marcando media cuadra como mi territorio. Todo meado.

Busco mis llaves para entrar a casa de nuevo y nada, me asomo por la ventana de la sala y veo las llaves en la mesita al lado de la puerta de la cocina, al lado del teléfono roto y de mi taza de café. Mierda.

Decido mear en los arbustos del pasillo de al lado de la casa.

Por poco y la hija de la vecina me atrapa en pleno acto meatorio, tan linda ella; alcancé a esconderme detrás de unas ramas más densas. Cuando terminé pude aparecer como si nada, y hasta pude saludarle.

- Hola - le he dicho
- Hola qué tal, buenos días, ¿a dónde va tan temprano y bien vestido?
- A la oficina, voy un poco tarde, y tú, ¿que no vas a la Uni hoy? ¿A poco hay huelga otra vez?
- Ja, ¿en domingo?
- Oh... claro.

Por Asfalto Spinelli

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