sábado, 15 de mayo de 2010

Un día por la tarde-noche.

Me alcanzó la vela más cercana y encendí mi cigarrillo forjado a mano.
Ella, como en un reflejo autómata, alzó la mirada y sonrió de lado.
¿Yo?, bueno, jugué a ser sombra. Acomodé mi fleco y la quise mía.
Chocaron las copas con tonos de sangre y nuestras piernas se reconocían.

Comentábamos sobre Schrödinger o algún par de zapatos exquisitos.
Me tomó del pelo, puso la mano en mi entrepierna como ahogándome.
Yo humedecí pensando "¿qué sigue?"; paralizada.
Me levantó, caí sobre la mesa y conjuró algo a mi oído.

La voz de Mike Patton al fondo de gemidos avivaba las velas.
Se proyectaban las siluetas a lo largo de la pared, bailando.
Mis uñas se aferraban a su espalda, su piel era seda, su cabello también.
Sus labios se iban suavizando cada centímetro que avanzaban en línea recta, sur.

Sus manos me arrebataron la poca tela que me quedaba.
Sus senos rosaban con los míos, con mis costillas y seguían bajando.
-Esto lo tengo que repetir- Me decía como mantra.
Mis muslos cosquilleaban y respiré profundo.
(¿Perdí el conocimiento? No, creo. Detuve el tiempo. Eso fue.)


por Uma Voui' Lers






No hay comentarios:

Publicar un comentario